¿Cuántas veces luchamos por conquistar cosas que, una vez conquistadas, nos cuestionan la misma conquista? Muchas. Luchas que tienen sentido en su transcurrir, pero cuando lo procurado fue conquistado, eso mismo pasa a ser ahora una carga que nos hace añorar el estado anterior.
Ahora, si eso que vivimos como carga fuera perdido, nos sumergiríamos en el más profundo pesar.
Posiblemente el caso más significativo es el de la libertad. Procuramos conquistarla con luchas sostenidas, y, una vez lograda, cargamos con el peso de haberlo logrado. Es entonces cuando recordamos con nostalgia esos momentos en los cuales otros tomaban decisiones por nosotros, y nosotros solo nos limitábamos a obedecer y/o protestar o renegar.
Al mismo tiempo, pocas pérdidas son tan lamentadas como la pérdida de la libertad. Es un duelo profundo, rebelde, doloroso. Qué curiosa es la condición de ser libre. Da la impresión que no nos deja espacio para relajarnos, porque es contradictorio anhelar serlo, cuestionarse siéndolo y sufrir perdiéndola.
Sin embargo, la persona es libre. Es aún más paradójica la relación que tenemos con la libertad; quiero decir, la libertad no debe conquistarse ni puede perderse. Fundamentalmente porque la persona ES libre. Nadie puede otorgarme libertad ni restringirla. Nadie debe luchar por conquistarla, sino ejercerla o no hacerlo. Puedo asumirla o no, abdicarla.
Ser libre significa descubrir las infinitas posibilidades de ser, dentro del finito contexto de la vida. Sin finitud no hay libertad. En el infinito no hay libertad, porque no hay renuncia; TODO será posible, SIEMPRE. La libertad vive y responde la impronta de ELEGIR-RENUNCIAR, AHORA. La libertad es una de las respuestas a la finitud humana. El hombre libre, con sus decisiones, va recortando y acotando su propia realidad, y, al hacerlo, va haciendo posible una de las infinitas posibilidades de ser que tiene.
Ser libre no es el resultado de rebelarme sino de revelarme, es decir, de descubrirme siéndolo. La libertad no espera ser conquistada sino asumida, manifestada. Ella me está esperando y está esperando en mí. Espera mi entrega. Ella no nos hace libres, nosotros la hacemos Libertad. Como canta Serrat, “para la libertad, sangro, lucho, pervivo, para la libertad”.